Quiero una bicicleta

Se puede ser de muchas maneras, Alto, bajo, delgado, gordo, rechonchillo, rubio, moreno, un poco feo… en fin, cada cual es como es.

Yo, claro está, soy alguno de los adjetivos que he enumerado anteriormente entre muchos otros, pero lo que tengo claro, es que no soy nada consumista, digamos que rozo el racaneo, y para determinadas cosas soy muy indeciso.

A veces esto me juega malas pasadas, y un día una bicicleta se cruzó en mi camino.

Seré breve. Hice un viaje a Argentina con mi señora (en adelante Silvia), un gran viaje. Dentro de los muchísimos atractivos que nos ofrecía éste continental país, se encontraban la diversidad de paisajes, la carne “vuelta y vuelta” a “precio de amigo”, la temperatura que iba a devolvernos el verano en Enero y un sin fin de pequeños y muy grandes detalles… Dentro de estos detalles íbamos ”preparados” para uno de los atractivos más perjudiciales para mi salud, “El consumismo del turista”.

“Argentina es barata, compraremos muchas cosas, no sólo recuerdos. Compraremos pantalones, camisetas, calzado, más pantalones, alguna camiseta más, regalos a todo el mundo y si todo va bien, compraremos otra maleta para poder llenarla con muchas más cosas que compremos”.

Nos repetimos estas frases muchas veces antes de empezar el viaje. Tantas veces que me lo creí. Pensaba que iba a comprar muchas cosas, estaba contento, por primera vez en mi vida, iba a tirar la casa por la ventana, sin problemas, sin indecisiones, sin dolores de barriga. Pensaba: _ “Que algo me gusta un poco, ¡me lo compro!”, y así los 15 días.

¡No cabía en mí, que feliz!, que cantidad de cosas me iba a comprar, que generosidad iba a derrochar, que exhibición, que barbaridad de decisiones tan bien tomadas y con que rapidez, que derroche… que felicidad consumista.

……..

Pues Señores, habían pasado 12 días de viaje y no me había comprado nada. ¡¡¡No podía comprar, no sabía comprar!!! No sé comprar!!! Llevaba 12 días en los que solo era feliz, cuando me encontraba rodeado de glaciares, en medio de una selva, o colgado en un puente frente a unas cataratas… En cuanto pisaba una población con posibilidad de tiendecita, acababa mi disfrute vacacionil.

Comprador: Dícese de aquellas personas que han nacido con un don innato, al que no le dan importancia, y que les permite disfrutar en una tienda, hasta el punto de adquirir aquellos productos de su agrado, siempre y cuando estén al alcance de sus posibilidades económicas.

A falta 3 días de finalizar el viaje, y tras 2 días en Buenos Aires, eliminé de mi listado de tareas pendientes, la tarea Número 3, COMPRAR. La tuve que eliminar para poder empezar a ver Buenos Aires con otros ojos, con buenos ojos.

Ahí empezó mi viaje de verdad, se abrieron mis alas y ya no solo sabía disfrutar rodeado de nada, ahora sabía disfrutar de las ciudades. Entraba en las tiendas y disfrutaba de ellas como si de museos se tratase. Miraba sin ningún tipo de preocupación, había decidido que no tenía que comprar. Volvía a ser feliz.

Un buen día mientras visitábamos el Barrio de La Boca, paseábamos por un mercadillo que ofrecía diversidad de productos, todos ellos artesanales, mi debilidad…. ¡¡¡¡Y la ví!!!! ¡¡Estaba allí!! Era una bicicleta, “Mi Bicicleta”. Me paré frente a un puesto de camisetas y entre ellas, había una con una bicicleta dibujada en un parche, que se encontraba cosido en el pecho de la misma. Una obra de arte. Seguro que no era la más bonita de las obras de arte que tenía La Artesana. Total, que me enamoré de la camiseta, y se me notó.

Silvia (en adelante mi señora), me notó raro, y me preguntó qué me pasaba. Yo señalé la camiseta y le dije, “Me gusta“, Histórico. Sentí como si de repente un sentimiento diferente, no experimentado por mí nunca, unía en una pequeña cajita a La Artesana, a mi señora (en adelante Silvia), a La Camiseta y a mi, los 4 éramos 1 solo y todos por igual, sabíamos lo que tenía que hacer, lo que tenía que pasar.

La decisión estaba tomada, esa camiseta tenía que ser mía… PERO!!!!!!!, Evidentemente no podía ser tan fácil. Lúcido de mí, dije: “A la vuelta la compramos, ¡¡decidido!!”. 4 horas después volvimos al puestecito, para comprar definitivamente Mi Bicicleta. La Artesana, cuando nos vio nos reconoció y sonrió. “Volvieron”, dijo, y yo no podía contestarle, no podía dejar de buscar aquella bicicleta que había despertado en mi, nuevos sentimientos, entre ellos el de decisión, el de consumir, el de ser feliz… Silvia le preguntó por la camiseta y La Artesana dijo. “La Bicicleta se fue” ………………….

¡Increíble!, a alguien le había gustado la misma Bicicleta que a mí, y sin más, la había comprado. Que injusta es la vida. Y que decisión tan poco aprovechada.

La Artesana, supo ver lo que había sucedido, supo entender que había sido una decisión muy importante para mí, supo que mi torpeza me había apartado de mi deseo.

Silvia (en adelante mi señora), intentaba convencerme para que comprase alguna otra camiseta, todas ellas llenas de un gran colorido y calidad, pero yo no podía parar de pensar en lo mal que había gestionado mi decisión, en lo mal que me había desenvuelto ante un vendedor, en ese caso La Artesana.

Nos despedimos de La Artesana sin realizar ninguna compra, y lo que había sido una cajita pequeña llena de sentimientos, en la que se habían unido 3 personas y Mi Bicicleta, se convirtió en una larga carretera desierta rumbo a La Indecisión. No nos engañemos, no podía ser tan fácil.

Faltaban 2 días para irnos de Argentina y yo había convertido mi decisión, en un gran ridículo.

En nuestro último día de estancia en Buenos Aires, nos planteamos la posibilidad de volver al mercadillo de Mi Bicicleta, para ver si la había vuelto a crear La Artesana. Yo no tenía ninguna duda de que la crearía de nuevo, pero no era cuestión de volver allí, solo por que yo había sido incapaz de ejecutar una decisión en menos de 4 horas.

Era un día triste, el último día del viaje, y decidimos aprovechar ese día para ir a Recoleta, otro bonito barrio de Buenos Aires, en el que ese día también había un mercadillo.

Cuando empezamos a pasear por ese otro mercadillo, en un principio me ilusioné, quizás vería alguna otra cosa que me gustase, quizás tomaba una nueva decisión. Pero pronto me di cuenta de que Mi Bicicleta era única, y no volvería a verla.

Paseamos y disfrutamos con los muchos puestecitos que cubrían el parque, había de todo, mi señora (en adelante Silvia), se compraba cositas, y yo disfrutaba con la variedad y con la capacidad de crear de los muchos artesanos allí reunidos.

… Y de repente, en un puestecito en el que parecía no haber nadie atendiendo, vi un dibujo en un papel, en un papel… era Mi Bicicleta, e inconscientemente dije en voz alta “Mi Bicicleta”. Silvia (en adelante mi señora), me escuchó y miró, y de repente, como aparecida de la nada apareció nuestra amiga, La Artesana. Nos reconoció y sonrió de nuevo. Rápidamente me dijo que me había vuelto a crear La Bicicleta, pero la había vuelto a vender, se había vuelto a ir.

La Artesana nos dijo que la podía volver a preparar si seguíamos interesados, y que nos la podría hacer para el día siguiente. Pero ya sería demasiado tarde. Al día siguiente estaríamos en España, y sin Mi Bicicleta. Le explicamos que nos íbamos esa misma noche y le agradecimos el gesto. La Artesana, parecería estar muy interesada en no dejar que abandonásemos Buenos Aires sin Mi Bicicleta, y nos dijo que le diésemos un par de horas, que nos la podía hacer descosiendo el parche de otra camiseta y yendo a su casa por pinturas… Operación Bicicleta en acción, era increíble.

A las 2 horas, nos pasamos por el puestecito, y allí estaba La Artesa, como el genio de la lámpara, con Mi Bicicleta. ¡¡¡Impresionante!!! Volvíamos a estar en esa caja pequeñita llena de sentimientos y con un único propósito.

Dedicado a «Eychanguito». La artesana
¡¡Mi Bicicleta, ya era mía!!

Con esta pequeña anécdota aprendí que una decisión sin ejecución, es como un vaso de agua sin vaso, o como unas gafas graduadas sin montura.

Dedico este pequeño texto a mi amiga La Artesana, y a todas aquellas personas que son incapaces de saber si algo es bonito o feo, o si algo les gusta o les disgusta.

Pajarillo Time !!

2 comentarios en “Quiero una bicicleta”

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